Te sientas en la butaca de la sala sabiendo que te esperan 215
minutos -cerca de cuatro horas- para ver, más que una película, una miniserie…ahora
parece que es la moda; ya lo viví con “La semilla de la higuera sagrada”, y
confieso que ver series en casa es una cosa…pero en sala...

Y bien, el guion nos muestra unas secuencias iniciales con
cambios bruscos de una a otra que aturden y que te obligan a especular acerca
de qué está pasando, a quién le está pasando, dónde, por qué… Aunque el cromatismo
ocre y la fuerza de las sombras en los fotogramas te sugieren hechos intensos y
circunstancias penosas. Una transición y, de pronto, la Estatua de la Libertad boca
abajo y ladeada te da la pista, en lenguaje simbolista-expresionista, de lo que
va a ocurrir y de cómo va a ocurrir. Empiezas a entender que estás en “la
tierra de la libertad”, EEUU. Y la contradicción en términos en esa primera
secuencia, durísima, cuando tocan tierra, donde libertad y esclavitud parecen
no ser excluyentes…y que, entre líneas, es lo que se puede leer a lo largo de
toda la peli: cómo la libertad para unos puede ser la esclavitud para otros. O
cuán duro es el camino para lograrla. O qué importante, y a veces difícil,
ejercer el libre albedrío en congruencia con la moral personal. Para mí de eso
va la película.

Empiezas a identificar al personaje, un judío búlgaro. Y agradeces
que no se recurra al flashback para averiguar sus circunstancias porque el
espectador ya conoce a través del cine, documentales, literatura, el
“holocausto”, las atrocidades cometidas en Europa contra ciertas etnias y
grupos minoritarios en el entorno de la segunda Guerra Mundial.
El guion, en esa primera parte, y de manera magistral, nos muestra a
un arquitecto en su lucha por abrirse camino en la nueva sociedad. Y cómo el
azar, aleatorio, impredecible, juega aparentemente a su favor, primero
topándose con un rico heredero que le hace un encargo aparentemente fallido pero
que, paradójicamente, despierta la admiración de otros personajes del mundo de
la arquitectura Brutalista - “uso de materiales crudos, especialmente el
hormigón sin pulir, y una estética robusta y funcional”- que le abren el camino
del éxito. Un éxito por el que tiene que batallar día a día, en competencia con
otros arquitectos, y recurriendo a soluciones que le ocasionarán un duro coste.
Y estamos en una América que prospera, que da trabajo a los
inmigrantes, que se empieza a sumergir en el consumismo, que vive la frivolidad
y la alegría tras la guerra…la vida como una fiesta. Todo ello lo representa
muy bien el ambiente que recrea la peli.
Tras esta primera parte descanso, salgo a la calle a fumar un
cigarrito y hablo con otras espectadoras; todas estamos entusiasmadas con lo
que hemos visto y coincidimos en que se nos ha pasado el tiempo en un
plis-plás.
Pero llega la segunda parte y…ya no es lo mismo. Pierde
intensidad y credibilidad, el ritmo narrativo se ralentiza y los nuevos
conflictos son incongruentes, no encajan con lo descrito en la primera parte y
no acabas de entender por qué el cambio de actitud del protagonista. La
competencia en el mundo de la arquitectura y las expectativas de sus mentores y
clientes lo empujan a comprometer sus valores morales, incluso los físicos… Toda
su vida gira en torno a la construcción de un
mega-monumento que le encarga un rico narcisista. Eso es la segunda
parte con la salvedad de la aparición de su esposa, llegada de Europa. Un
personaje deslumbrante. Aprecias y agradeces su entereza, su inteligencia
emocional, su resolución. Ella es periodista. Su personalidad es lo único que
da significado a esta segunda parte.
Y, por contextualizarlo con la realidad de hoy, tampoco pasa
desapercibida la mención, en la película, de la creación del Estado de Israel
en 1948… No he podido evitar pensar en la Franja de Gaza y cuanto está
ocurriendo desde octubre de 2023 con la pérdida de 48.200 vidas, y la
controvertida solución de D. Trump de convertirla en “la Riviera del Medio
Oriente” expulsando-reubicando a sus habitantes, 2’3 millones, en Egipto,
Jordania y otros países en una clara violación del derecho internacional… En
fin, aprendemos poco de la historia…
Técnicamente la película es una joya en ambientación, fotografía,
vestuario, maquillaje, iluminación, banda sonora…
Tal vez en la segunda parte el guion, o el montaje, resulte
incoherente y revisable.
Muy buena la Dirección con la salvedad de esa segunda parte
que afecta a todos los factores.
Y a destacar la genial INTERPRETACIÓN del protagonista y en
general de todo el elenco.
En fin, hay que verla, aunque tengas la opción, en la
segunda parte, de huir en algún momento.
TÍTULO ORIGINAL: “The brutalist”
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REPARTO:
Adrien Brody como László Tóth
Felicity Jones como Erzsébet Tóth
Guy Pearce como Harrison Lee Van Buren
Joe Alwyn como Harry Lee Van Buren
Stacy Martin como Maggie Van Buren
Alessandro Nivola como Atila
Isaach De Bankolé como Gordon
Raffey Cassidy como Zsófia
Emma Laird como Audrey
Jonathan Hyde
Peter Polycarpou
Jaymes Butler
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DIRECCIÓN: Brady Corbet
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GUION: Brady Corbet, Mona Fastvold
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FOTOGRAFÍA: Lol Crawley
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MONTAJE: Dávid Jancsó
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BANDA SONORA: Daniel Blumberg
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PAÍS: EEUU
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AÑO: 2024/ DURACIÓN: 215 minutos
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GÉNERO: Docudrama
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-MAY IBÁÑEZ- Alicante febrero 2025