He tenido la suerte de poder ver el ensayo general de la obra en el Teatro Principal de Alicante un día antes de su estreno nacional.
Éramos medio aforo del patio de butacas, todos invitados
para tal acontecimiento.
Y en verdad que sentía mucha curiosidad por conocer cómo Lucas
Hnath, cien y pico años después, se había atrevido a especular con la
continuidad del portazo y huida de Nora con la que terminaba la obra de Ibsen.
Creo que ese portazo bien merecía una continuación, y analizado desde el 2017
en que se estrena la obra, año del “me too”, y el 2018, con movimientos masivos
globales a favor de la reivindicación de la igualdad de la mujer, me motivaba
un montón y sentía mucha curiosidad por ver cómo lo resolvía.
Pero…
Comienza el espectáculo. Unas notas quedas de piano que
aportan intimidad y un cierto suspense. Aparece una sala de estar sin puertas a
la vista, una chimenea encendida al fondo, dos sillas y dos grandes ventanales.
Se supone que es la casa que abandonó Nora, 15 años después. En el techo una
gran claraboya. La decoración es sobria, mínima, un espacio inconcluso, un gran hueco,
un vacío… ¿El que dejó Nora al huir…?. Eso me gustó mucho como simbolismo.
Y arranca un juego de destellos de luces que parten de
ventanales y tragaluz en tonos azules, rojos, amarillos, muy bellos. Resulta
sorprendente. Pienso que lo van a provechar a lo largo de la puesta en escena
para crear diferentes atmósferas… Sin embargo ya nunca más se supo. Fuegos
artificiales que se desvanecen sin más.
La estructura del libreto pasa por el encuentro de Nora con
los
personajes de la casa en modo compartimientos estancos; se va viendo con
cada uno de ellos: Anne Marie la nodriza, Torvald el marido, Emmy la hija.
La descarga ideológica de Nora se manifiesta apenas el
comienzo a lo largo de su encuentro con la nodriza. La esencia de Casa de muñecas 2 empieza y acaba ahí. Frente
a cada reproche de la nodriza Nora aporta su visión de la mujer, de la nueva
mujer que es ella. En ese parlamento intenso se va desgranando lo que ha sido
la realidad de la familia huérfana de madre, y de la nueva Nora. Y hace saltar
por los aires los clichés, los lugares comunes, los tópicos sobre los que se
asentaba la sociedad de entonces y…también la de ahora: las relaciones
materno-filiales (siempre se habla de ellas apelando al amor y la
responsabilidad, pero nada o poco de las paterno-filiales), la monogamia, la
legislación patriarcal que convierte a la mujer en una menor… En el parlamento
de Nora subyace el sentimiento de libertad, que posibilita que la mujer alcance
su mayoría de edad, y marque sus propios objetivos, y dirija su propia vida.
Ésa es la Nora con la que nos encontramos en el nuevo texto teatral. Lo que
reivindica Nora bien podría corresponder a momentos de nuestro tiempo, 2018.
El encuentro con el marido y la hija no aporta nada
ideológicamente: reproches por parte de ambos; aunque sí se
vislumbra que la
vida sigue para todos ellos y presenta confluencias por las que dejarse llevar
a pesar de las ausencias y el dolor y la incertidumbre.
Hay dos o tres momentos de alta intensidad dramática con el
marido y la hija además del primer cuadro con la nodriza.
El escenario se abre y visualizamos sobre el techo del
decorado a la hija sentada en una silla en actitud de observadora.
Posteriormente el escenario se ampliará por los laterales y en cada uno de
ellos veremos a la hija y a la nodriza en la misma actitud, lo que he asociado
con la “técnica del distanciamiento” de Bertolt Brecht, ésa
que trata de que el
espectador no se funda con los sentimientos de los personajes y aporte un grado
de análisis a aquello que está viendo sobre el escenario separando el dentro y
el fuera.
Aspectos técnicos del montaje:
Vestuario
adecuado a la época, principios del siglo XX, con un guiño a la actualidad a
través de la hija, a la que visten como iría una joven de hoy, si bien su
actitud sigue siendo la de una joven impregnada de valores tradicionales.
Escenografía muy
adecuada, funcional, impactante.
Banda sonora
breve pero suficiente para apoyo de ciertos momentos.
Diseño espacial:
el elenco se mueve por todas las cuadrículas del escenario, de lado a lado y de
fondo a proscenio, apropiado por tanto.
Iluminación: Bastante
uniforme a lo largo de la obra. A destacar el momento en que desde los dos
grandes ventanales se simula el día y se inunda de luz el espacio
escénico…hermoso de verdad. Si bien no entiendo cómo, habiéndonos presentado un
diseño de luces potente al principio, no se ha aprovechado ese recurso para
generar atmósfera en ciertos momentos.
Dirección:
Obviando los aspectos técnicos ya descritos, que también dependen de la
dirección, en lo que respecta a la dirección de actores opino que no ha sido
adecuada, que ha sido abiertamente mala. Como espectadora he sufrido la pésima
colocación de los mismos abusando del
perfil duro; un recurso básico en teatro es el perfil de tres cuartos de
vuelta al patio de butacas porque es ahí donde está el espectador, que tiene
que captar los gestos de los intérpretes y oír los parlamentos con claridad. La
colocación de espaldas o el perfil duro se utilizan en ocasiones excepcionales
cuando así lo exija el libreto. Por tanto he perdido gestos y he perdido
audición lo que ha convertido mi estancia en el patio de butacas en algo incómodo
y penoso. Si a eso se añade la velocidad
de los parlamentos, a modo de ráfagas de metralleta, sobretodo en el primer
cuadro donde se define casi todo, me ratifica en que la dirección de actores ha
sido deficiente.
Interpretación: A
destacar el papel de la hija que ha actuado con naturalidad y claridad de
voz, colocación, movimientos y
sentimientos, haciendo muy creíble y fresco su personaje. El marido y la
nodriza (su acento cubano aporta un cierto exotismo al conjunto), han transmitido
un grado de realismo y pasión aceptable con algunos momentos especialmente
intensos, digamos pues que bien. Y Nora…
me ha desconcertado porque ha
desarrollado su rol con cierto envaramiento, aplanado y monocorde. Si la
comparo con la Nora de Ibsen extrovertida, alegre, apasionada, resultan dos
personas antagónicas. Y claro que la nueva Nora es otra, y que está frente a
sus…¿víctimas?...por tanto culpable, y a la vez reivindicativa. Es complejo.
Pero he echado de menos algo más de ímpetu y expresividad.
Al finalizar tuve la oportunidad de formular al Director,
Andrés Lima, algunas de las observaciones que hago en esta crónica.
Así pues, en conjunto se puede ver y debe verse, pero sin
esperar ni grandes revelaciones ideológicas ni un montaje deslumbrante.
Título: “Casa de muñecas 2. La vuelta de Nora”
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Reparto:
Nora es Aitana Sánchez-Gijón
Torvald es Roberto Enríquez
Anne Marie es Ana Isabel Díaz
Emmy es Elena Rivera
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Autor: Lucas Hnath
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Compañía:
Verteatro
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Dirección: Andrés Lima
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Escenografía
y vestuario: Beatriz San José
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Iluminación: Valentín Álvarez
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Producción: Nicolás Belmonte
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Año: 2018
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Duración: 100’
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-MAY IBÁÑEZ-
Octubre 2018
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