Comienza con un trabajo de indagación por las zonas rurales
polacas para recuperar el folclore tradicional: cantos y bailes del pueblo. Así,
vemos a ancianas y ancianos, niñas y niños que entonan los cantos populares “a
cappella” en unas localizaciones rurales bellísimas.
Encuadres, profundidad de campo, nitidez, movimiento de
cámara, angulación de los planos, localizaciones, elección de personajes,
atmósfera, ritmo… Técnicamente difícil
de superar. Los espectadores pasamos a formar parte de todo ello; estás
allí, envuelta en el frío y la humedad y la niebla, y la precariedad de las
aldeas, y el humo del cigarrillo de los personajes. Es un blanco y negro que multiplica la sensación de realidad.
Te corre un temblor espina dorsal arriba hasta provocar
emoción tan sólo con la visión de los diferentes planos y secuencias que se
suceden a modo de documental.
El argumento se monta sobre la idea de fundar una escuela de
canto y danza, con un director arrojado y competente al frente, para
popularizar el folklore recuperado.
Se realiza un casting con jóvenes y ahí aparece la
coprotagonista, una superviviente que recurre a la manipulación y la trampa
para seguir a flote en un mundo que la agrede y que la habría aniquilado de no
ser por su astucia. Se entabla una relación amorosa entre ella y el director.
A partir de ahí las
coreografías de los bailes grupales y las canciones en coro que van preparando
en la escuela se suceden, haciendo que los espectadores gocemos de todo ello
intensamente.
El argumento entra también en los años de
expansión, por
parte de la Unión Soviética, sobre los países que conformarán la URSS, y los
conflictos que se generan en la población de dichos países con los nuevos
dirigentes.
Ello provoca que el protagonista, el brillante director de
la escuela, decida abandonar el país por no aceptar el programa que le imponen.
Su estancia en París y su paso por diversos clubes nos
permite oír las nuevas músicas, del jazz al rock, tan en las antípodas de lo
que interpretaba anteriormente.
La historia de amor entre los protagonistas no conmueve, es
fría. Aproximación-alejamiento en un bucle que acaba por no entenderse, con
fluctuaciones emocionales inexplicables.
Y aquí se inicia el desplome de la película donde ocurren
cosas que se antojan arbitrarias o que están mal explicadas.
Aunque sí se filma una escena brillante que es lo mejor de
esa segunda parte: la protagonista bailando sobre una mesa en una clara
evocación a la icónica escena de Marilyn Monroe con la falda subiéndose por la
corriente de aire de una rejilla de ventilación… ¿La protagonista es otra
Marilyn objeto de deseo de cuantos hombres se le aproximan…?
En fin, por buscar una interpretación al desenlace recurro a
la letra de una de las canciones populares que recuperan y que dice: “tejemos
con hilos de sueños” y lo asocio con la antítesis sueño/realidad que pocas
veces concuerdan, y que sufren los protagonistas.
Y sí, sales de la película hecha un “chooofff”,
aplanada,
desmoralizada, aunque se puede entender que ese es el objetivo ya que discurre
en paralelo con el argumento.
La banda sonora es increíblemente bella.
A pesar del desplome del que he hablado es una gran película que hay que ver SÍ O SÍ
Título
original: Zimna wojna
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REPARTO:
Joanna
Kulig
Tomasz
Kot
Agata
Kulesza
Borys
Szyc
Cédric
Kahn
Jeanne
Balibar
Adam
Woronowicz
Adam
Ferency
Adam
Szyszkowski
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Año:
2018
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Duración:
88 min.
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País:
Polonia
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Dirección:
Pawel Pawlikowski
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Guion:
Pawel Pawlikowski, Janusz Glowacki
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Fotografía:
Lukasz Zal (B&W)
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Música:
varios
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Productora:
MK2 Productions
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Género:
Romance. Drama. Años 50. Años 60.
Guerra Fría. Música. Baile
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-MAY IBÁÑEZ-
Octubre 2018
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